Best Regards

NO ES posible saber si el tal Diego Torres dispone de material suficiente para provocar en los mentideros un escándalo comparable a aquel del collar de María Antonieta que demostró que incluso a monarquías más añejas y establecidas que ésta pueden debilitarla vulgares estafadores. (Véase el relato que hace Zweig). Pero, en cualquier caso, Torres ha cometido de entrada un error por el que se nos antoja un chantajista amateur, más desesperado que vocacional. Un bluf, vaya. Cualquier novato sabe que lo que tiene que aparecer en el lecho de la víctima a la que se pretende coaccionar es una cabeza de caballo cercenada, sanguinolenta, espantosa, y no una falsa princesa austrohúngara ensamblada en Mattel, porque la reacción del que despierta es completamente distinta. Me ocurre a mí y, en vez de creer que estoy siendo sometido a chantaje, lo que pienso es que ya sólo me quedan dos deseos.

No sería decoroso que en Zarzuela hubiera una piscina como la de Hugh Hefner. Pero cómo no comprender lo de Corinna. Una socialité, como la llama Ana Romero. Pero una mujer admirable, que se hizo a sí misma hasta el punto de extraerle a un ex marido, como si fuera una muela, el apellido de atrezo adecuado para ingresar en los salones de los conseguidores. Corinna hace que salte la alarma en los radares de las esposas con sólo entrar en su espacio aéreo. Los correos electrónicos demuestran que le alcanza con un «Best Regards» para enamorar a cualquiera. Si hemos de elegir entre Corinna y el más sórdido y cagatintas de los chantajistas, sepa Diego Torres que, en el tribunal de la opinión pública, de su lado sólo estarán las esposas, y no iba con doble sentido. Al Rey ya empezamos a arrepentirnos de no haberle comprendido mejor la invocación africana -cazador blanco, corazón negro- del hombre acostumbrado a la acción que apura su último elefante y su último vivac en compañía antes de extinguirse ante un atardecer de la sabana como los que arropan, en la lenta agonía de la gangrena, a los cazadores de Hemingway.

Igual de ajena a toda estética es la posibilidad de que el tránsito hacia otro régimen no lo impulse un proceso maduro de elección política, sino el desgaste infligido por un chorizo que atiende a su propia supervivencia. A ver si Torres va a terminar siendo nuestro juramento del Jeu de Paume pronunciado por Cayo Lara, qué vergüenza.

>Vea el videoblog de Carlos Cuesta La escopeta nacional.Hoy: El órdago chantajista del nacionalismo.